Se llamaba Huurkahn, el terrible de la venganza, a quien yo le debo todo lo que tengo, Huurkahn se separó de sus compañeros para siempre, se fue muy lejos, y comenzó a preparar lo que se supone que sería su regreso triunfal.
Cruzó el río de lava y se asentó del otro lado, no tenía idea de lo que iba a hacer para retornar en gloria y majestuosidad donde sus compañeros, hasta que de repente pensó algo muy inteligente
-Si yo soy uno, y ellos son 5, nunca podré derrotarlos- Pensó-Debo encontrar a alguien que me ayude, debo crear a alguien que me ayude.
Comenzó a concentrarse para poder realizar las creaciones, trató y trató por mucho tiempo, hasta que al final lo logró, creo seres inteligentes, los cuales le rendían culto y lealtad. Éstos servirían para lo que él necesitaba, pero debía prepararse antes. Les enseñó las artes de la guerra, les mostró la forja, hizo que construyeran ciudades en su honor, templos, y todo, logró una civilización, y así pasó el tiempo, pasó mucho tiempo, y la venganza había sido pacífica, no había atacado a nadie, hasta que un día el ataque llegó. Cientos de miles de criaturas invadían su ciudad, criaturas diferentes a los ciudadanos de Venganza, todos armados para la guerra. Era Guerra, y ésta recién comenzaba.
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