La puerta era de un color marrón antiguo, resquebrajado por el paso de los incansables años, masacrada por el viento, y destruida, como torturada por la humedad, las bisagras estaban oxidadas, de una oxidación tan profunda que de un sólo toque podían quebrarse, los clavos estaban salidos, y la sensación de que el maldito templo se caería en cualquier momento era cada vez peor, al intentar abrir la puerta, esta rechinaba como el suelo de madera de mi antigua casa, la casa de mis padres, ya no recuerdo como era estar con ellos, el general tenía razón, ya no los volvería a ver. La puerta se abría ante mí y yo ingresaba al interior de el templo, luego de la puerta seguía inmediatamente una escalera que descendía, comencé a bajar y el miedo cobró su parte, todo comenzó a moverse, a temblar, y la entrada sonó con un crujiente sonido el cual selló mi salida con rocas y moho, estaba atrapado.
"El único camino ahora es para adelante" Pensé.
Empecé a caminar por un angosto pasadizo húmedo por las miles de entradas de agua, las fugas de la pared, desde el lago al templo, el olor era asqueroso, pero soportable, parecía como si por eones nadie hubiera entrado en aquella construcción.
Ni siquiera sabía lo que buscaba, y el tiempo pasaba incesante como siempre, imposible de parar o cambiar, o retroceder ni adelantar, aún me mantenía siguiendo el camino, el pasadizo, el corredor sin fin de ese misterioso espacio en medio de un bosque, en medio de la nada.
Insectos por doquier me hostigaban a caminar más rápido, no es que les tema, sino que podrían poseer un veneno que no me deje cumplir mi misión o que me deje incapacitado de por vida, o simplemente que me mate.
Llegué a una recámara con una cama, un espacio para la fogata, una repisa, y unas pesas, y en el otro extremo un atril de armas. Me asusté al principio ya que podría vivir alguien ahí, y casi decido devolverme, sin acordarme que la entrada estaba sellada. Luego me di cuenta que la fogata llevaba mucho tiempo sin ser usada y el frío en ese momento ya me calaba los huesos, entonces me dije a mi mismo que nadie debía vivir ahí.
Avancé y me encontré con una puerta de roca la cual tenía extraños dibujos en ella y estaba completamente cerrada, no supe abrirla, lo intenté por horas y horas, me sentí inútil por un momento, y la preocupación me atacó. No podía devolverme ni tampoco avanzar, moriría en aquel templo y no podría cumplir mis sueños, desfallecía y nadie calmaba mi dolor.
Pasaron 24 horas creo, o tal vez menos pero fue una eternidad, o al menos así lo sentí yo, a lo que una gran sombra se posó detrás de mi fogata.
Si vivía alguien ahí.
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